Especial Buenos Aires, parte 3 (y final)

Nuestro cuarto y último día, fue una carrera loca por abarcar todo lo que quedaba en nuestra lista, ver los lugares que no habíamos alcanzado, comprar las últimas cosas, ordenar nuestras maletas, e ir al segundo día del festival. 

Después de correr toda la mañana, decidimos almorzar pastas en el Broccolino, ya que era lo que nos quedaba más cerca. Partimos entonces a este conocido restorán italiano, con muchas ganas y la guata vacía (menos mal, porque se nos venía pesado).

No sé si se nos notará demasiado, pero apenas nos sentamos el mozo vino y nos preguntó ¿de Santiago, no?. Luego de admitir lo obvio, nos pasó la carta (gigante) y nos dejó en la mesa una canastita con unos pancitos deliciosos, y pedacitos de pizza muy ricos... que no alcanzaron a salir en la foto, el hambre ganó.

Además, nos pusieron en la mesa una fuente con parmesano y un frasco de ají en conserva, que casi me mató, y eso que soy buena para lo picante.

Después de una larga reflexión, nos decidimos por fetuccini con tinta de calamar (básicamente porque era choro que fueran negros), unos a la Putanesca y los otros con salsa Profumo di mare, que tenía calamares, camarones y distintos mariscos con crema. Pedimos porciones completas, por la misma razón del día anterior, pero cuando llevábamos un cuarto del plato ya no podíamos más. No sé si habrá sido el cansancio o la ansiedad del último día, pero creo que para la próxima voy a pedir media porción.Obviamente terminamos todo (ni tontas), pero era MUCHO. Eso sí, estaba absolutamente exquisito. Los míos bien picantes, sabrosísimos, y los otros también, demasiado ricos, para perderse entre tanto marisco. 

Íbamos con la idea de pedir postre, pero francamente no fuimos capaces. Igual, nos fuimos felices (y algo pesadas) a seguir nuestro largo día.

Los fetuccini a la putanesca costaron $40, los porfumo di mare $58, y $10 cada agua mineral. 

Broccolino, Esmeralda 776

  

En la noche, después del festival, salimos a dar un último paseo, y despedirnos, muy a nuestro pesar, de Buenos Aires. Pasamos por fuera de la Pizzería Rey, la que elegimos como última cena. Como a esas alturas la plata escaseaba, pedí lo más barato de la carta: un pedazo de pizza y para tomar, "soda sifón" (pensamos que por esas pequeñas diferencias del idioma, se referían a bebida de máquina, pero no, era agua en un pequeño sifón que nos trajeron a la mesa. Después el mozo me dijo que le decían el "gatisho fácil", y que intentara usarlo para ver de qué se trataba. Yo, ingenuamente apreté el gatisho y dejé la cagá con el agua que salió disparada. Igual chistoso).

La pizza estaba bastante rica, con un pedazo gigante de pimentón, una aceituna, harto orégano y queso tostadito por debajo, en una masa bien esponjosa. Al contrario de lo que pensé, bien llenadora, y excelente manera de terminar esos 4 días de viaje (algo que en ese momento ya nos tenía deprimidas). En total, gastamos solo 10 pesos, $5 la pizza y $5 la soda (que alcanzó como para 4 vasos).

Pizzería Rey, Av. Corrientes 961

Y, finalmente, llegó el terrible minuto que esperábamos nunca sucediera: ya era tiempo de volver al hostal y arreglar todo para volver a Santiago. Después de dar las últimas vueltas con profunda tristeza, fuimos a ordenar nuestras cosas. Teníamos que estar a las 4am en el aeropuerto, (algo que espero no tenga que vivir nunca más), así que obviamente no descansamos nada; a las 3 llegó el maldito radiotaxi que nos alejó de 4 días inolvidables (me puse terrible 'e sentimental). 

Y hasta aquí llegó nuestro corto paseo, que disfrutamos a concho, y ojalá se repita más temprano que tarde.

Hasta pronto, Buenos Aires.