miércoles, 9 de noviembre de 2011

Arica: Mercado Colón


Terminado nuestro paseo por Perú, pasamos 2 días en Arica antes de volver a Santiago. Con todo el cansancio acumulado, lo que más hicimos fue dormir, por lo que no pudimos recorrer mucho. Afortunadamente, muy cerca de donde nos hospedábamos estaba el Mercado Colón, donde mi papá (que vivió cuando chico en la ciudad) nos recomendó ir para probar los jugos naturales - "¡los jugos más ricos que vas a probar!". Cuando llegamos allá (y después de pasar semanas acostumbradas a los precios ridículos de Perú) encontramos demasiado caros los jugos (2 o 3 lucas cada uno, ¿mucho no?), pero sí tuvimos el agrado de descubrir una marisquería entre las muchas que hay en el mercado, "La Perla del Mar", que nos gustó tanto que ambos días almorzamos ahí.



El primer día llegamos a almorzar como a las 4pm, con un hambre desenfrenada luego de pasar toda la mañana caminando por Tacna (vitrinear cansa) y haciendo la fila en la aduana. Decidimos satisfacer un antojo que tuvimos todo el viaje pero nunca pudimos concretar, ya que era el negocio que cerraba más temprano en los mercados: el cebiche. No será peruano, pero quedamos todas felices con el abundante y fresquito pescado (estoy casi segura de que era reineta). Lo venden en dos tamaños, este es el pequeño (más que suficiente) y nos costó $1.500.


Como el hambre era tan grande, pedimos también una porción de empanadas cada una. Tienen de mariscos, queso, queso-marisco (las otras son más caras) para elegir y combinar. Si no me equivoco, costaba $1.500 la porción de 3 empanadas, que como ven, son bien grandecitas.


El segundo día variamos un poco el menú; por $2.500 pedimos pescados con agregado (e igual compartimos unas empanadas, es que estaban muy ricas). 
 

En la foto de abajo, una de las pocas cosas que echamos de menos en Perú: la marraqueta con pebre (aunque aparece solo este último). En realidad, extrañamos todo tipo de pan; no sé si fuimos nosotras las que no supimos buscar, pero definitivamente el pan chileno le pega mil patás al peruano (algo en que ganemos). Siempre nos tocó deshabrido, a veces tirado a dulce y sin consistencia; al abrirlo se desmigajaba con demasiada facilidad. Y nuestro corazón (y guata) de chilenas nos exigía el pan de cada día, por eso cuando nos sentamos en el restorán y nos trajeron esa marraqueta calentita y crujiente, fue como si la probáramos por primera vez (y claramente desapareció en cosa de segundos). Uno de los bonitos momentos que nos da la comida.

amor
Abajo está la pizarra con los precios, para que se haga una idea y pase por ahí cuando tenga la oportunidad. Nosotras quedamos en deuda, quedará para un próximo viaje un recorrido más amplio por la ciudad de la eterna primavera.


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